
Durante la friolera de 90 años, Down Beat ha mantenido su status de publicación de referencia en el mundo del jazz y la música de raíz afroamericana, al que ha ido añadiendo con el paso del tiempo y bajo la etiqueta de “beyond” (más allá) la cobertura de otros géneros musicales con la mira puesta en ampliar su rango de lectores.
La creación de Down Beat se debe a Albert J. Lipschultz, que, en una de esas curiosas paradojas tan típicas del jazz, no era ni periodista ni músico profesional, ni nada por el estilo: su dedicación era la venta de seguros, negocio al que llegó tras, eso sí, unos tímidos y muy breves intentos de ser saxofonista en Chicago en sus años mozos. La conexión radica en que Lipschultz, en una iniciativa que seguramente muchos agradecerían hoy día, tuvo la idea de desarrollar una gama de producto basada en un seguro para músicos profesionales que abarcaba planes de pensiones y un ingreso por jubilación.
Con su negocio consolidado, Lipschultz comenzó a barruntar otra idea: crear una publicación periódica al servicio de su clientela musical y de su propio interés, cubriendo además un hueco existente en este campo a nivel local. De modo que en el verano de 1934 montó una editora a su nombre, alquiló una oficina céntrica en Chicago y dio el pistoletazo de salida a una nueva revista, Down Beat.
El primer número de Down Beat tenía 8 páginas y costaba diez centavos de dólar. Su contenido se basaba fundamentalmente en ofrecer un inventario de músicos y bandas disponibles en el área de la Ciudad del viento. Sorteando algunos obstáculos iniciales por parte del inefable juez Petrillo, la publicación fue poco a poco ganando lectores y diversificando sus contenidos, hasta alcanzar en 1939 la estimable circulación de 80 mil copias, pasando de publicarse mensualmente a ser quincenal.
Varios de los contenidos emblemáticos de Down Beat se convertirían en referencia para futuras iniciativas similares, como las reseñas de sus críticos, encabezadas por una valoración de hasta un máximo de 5 estrellas, o los test a ciegas o blindfold tests -una de sus secciones más populares-. Pero sin duda la guinda del pastel la ponen los famosos polls o encuestas, donde la crítica y el público eligen lo más destacado del año en diferentes categorías: músicos por instrumento, noveles y veteranos, mejores discos… desde su introducción, figurar en estos polls es todo un reconocimiento que equivaldría, más o menos, a ser candidato a una especie de óscar del jazz.
La revista continuó su expansión, que incluyó la aparición de la edición japonesa en 1960. En 1979 volvió a su condición original de publicación mensual. Por su dirección han pasado un puñado de acreditados profesionales y no digamos ya por su larga serie de colaboradores, siempre entro lo más granado de la profesión. A día de hoy, tras recibir numerosos premios y reconocimientos a su labor, sortear un montón de retos y crisis propias de su condición y afrontar dilemas de supervivencia que algún día contaremos con más detenimiento, Down Beat continúa siendo, y tiene toda la pinta de que así va a continuar, un referente esencial de la divulgación jazzística rigurosa en estos tiempos confusos en que mucho en este campo parece perder su valor y seriedad.